De repente todo se apagó, cuando creía y parecía que todo iba bien mi obra de teatro se cayó, sin aviso sin señal alguna, todo se quebró.
La copa del mejor vino que pusimos juntos sobre la mesa, en el cuarto de mis sueños, se cayó, se rompió en pequeños pedazos sin saber por qué.
Y cuando entre al cuarto de mis sueños salí herida, no esperaba encontrar nuestra copa partida, y mi sangre se mezclo con el vino y mi corazón se fue contigo.
Todo oscureció y a veces siento que vivo en una pesadilla, intento ser fuerte para no dejar que mi voz se quiebre o se asome alguna lagrima en el filo.
Se fue y me dormí en el amor, hasta que coincidí con alguien que me volvió a despertar. Nunca borré sus besos, sus caricias, sus abrazos y mucho menos sus te amo. El es parte de mi recuerdo más bonito y sé que lo sabe.
Al partirse la copa nació el sufrimiento, como una creencia de que si duele es para demostrar al mundo o a la persona que amamos, que es verdad. Esa creencia de que la sangre es lo que nos hace ser más humanos, así fue como me aliené de lo divino. Buscando que alguien más lanzara alguna soga para rescatarme mientras la soga se encontraba en mis manos.
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