Amor, te dejo un caminito marcado con flores para que puedas iluminar tu regreso.
El otro día volví a escuchar tu voz. Algún video viejo me hizo viajar a una de nuestras conversaciones pasadas sobre la vida, sobre lo que queríamos y lo que ya no deseábamos en nuestras vidas. Fue un recuerdo de nuestra Navidad de 2023.
Me alegró recordarte. Recordarte nunca me hace mal, y sé que no podré dejarte atrás, aunque físicamente ya no estés. Tu despedida fue de las más amorosas que he vivido, y no podía ser de otra manera, porque tú eres, eras y serás puro amor.
Gracias por compartirme tu mensaje de disfrutar más de la vida, por reafirmar mi teoría de la autenticidad y de siempre intentar ser mejores personas.
Este año hice los viajes que te había comentado. La pasé increíble: usé mucho la chaqueta de jean que me diste, disfruté de la comida como nunca, bailé un montón, conocí personas maravillosas, viví el presente, amé, dejé, regresé, te pensé… y sentí que estabas ahí, sonriendo al ver el desarrollo de la vida de "la favorita de Dios", como nos hacías sentir a todos los que te rodeábamos. Porque brillabas tanto que nos contagiabas de ese brillo. Qué hermoso fue compartir ese pedacito de tiempo contigo.
Muchas veces te extraño y quisiera conversar contigo una última vez. Quizá por eso visitas algunos de mis sueños, o apareces de vez en cuando en alguna red social, aunque ya no estés en este plano.
Gracias, Edgar. ¡Gracias por habernos dejado tanto amor en Cholula! Sé que sabes que te amábamos, y que lo seguimos haciendo.
¡Que viva tu vida siempre! ¡Que viva la vida de quienes ya no están físicamente, pero aún viven dentro de nosotros!
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