Desperté para volver, caí en el charco oscuro de una pesadilla que se repetía sin cesar. Cartas y fotos rotas, mientras el filo del cuchillo se apoyó sobre mi garganta para atravesarla. Abrí mi mente, mostré mis desnudez entera, me enganché en luchar permanentemente, creyéndome una guerrera, creyendo que así como me levanté de otras oscuridades iba a poder con esta fácilmente. Fue muy iluso de mi parte pensar que la luz de mi sonrisa, nunca se vería opacada. Fue muy inocente de mi parte creer, que dentro de toda esa falta de luz crearía mi mejor obra de arte.
No aprendo de las pesadillas, no entiendo razones cuando los demonios me atacan. Me vuelvo parte de ellos mientras me encuentro: al borde de la línea. Siento como si buscara algo para exteriorizar el potencial dentro de mi.
La tormenta llegó para quedarse durante un período de tiempo. Aquel vestiglo se puso su mejor disfraz, todo parecía tener tanto brillo, todo parecía sacado de un cuento. La bruja fresa con el astronauta de pacotilla, una combinación que podría ser perfecta pero no era así. Desde esa primera señal debí huir, pero el miedo nunca me dejó, caí en un pozo profundo, donde el camino a la luz aparecía y desaparecía. ¿Cómo podía tener tanto brillo en ocasiones en medio de tanta oscuridad?
En este rincón de mi Universo sin una gota de vergüenza me metí a nadar en el fango profundo, nadando contra corriente, sumergida en el lodo, respirando el humo asqueroso de esa habitación oscura. Tanta inmensidad para qué, si con el pasar del tiempo todo quedó hecho cenizas. Traté de salir ilesa y aunque siempre quería mirar hacia otros lados, entendí que debía dirigir mi mirada hacia adentro, porque al fin y al cabo, atacar al demonio no serviría de nada. Después de todo y al final de cuentas, ese demonio habitaba dentro de mi.
Voy remontando en un vuelo con caminos luminosos que me conectan con todos mis sueños hechos realidad, a veces pierdo el control, otras veces parezco volar recto hacia mi meta y es en esos momentos en lo que me gusto más. Todavía estoy aprendiendo en gustarme en todas las facetas, cada vez se vuelve más liviano.
Son los días grises los que me llevan a adentrarme en el vacío del gran silencio de forma intensa. Me desarmo para hacer ciertos retoques en mi propia historia, me recorto para pegar las piezas e intentar alcanzar la perfección a la que puedo llegar.
Finalmente, el miedo ha sido tomado de la mano y se fue a dar un viaje largo a través del cosmos.
¡Brindemos!
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